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Durante las vacaciones ¿se gana o se pierden aprendizajes escolares?

Detrás de la idílica idea de las vacaciones de verano yace una amenaza contundente para la mayoría de nuestros estudiantes: la pérdida de aprendizajes escolares.



Estudiantes y docentes generalmente esperan con entusiasmo el descanso de las exigencias del año escolar. Las vacaciones son un momento de relajación, una oportunidad de exploración y de recuperación de espacios personales. La Real Academia Española explica que “vacación” proviene del latín vacatio, palabra que alude al descanso o suspensión temporal de obligaciones habituales. Como maestra, me queda claro que tanto docentes como estudiantes necesitan y merecen vacaciones, un descanso de su trabajo y actividad diaria. Sin embargo, debajo de la superficie de los despreocupados días de descanso yace una preocupación apremiante: el problema de la pérdida de aprendizajes escolares que se incrementará durante el verano.
Esta pérdida de aprendizajes ha sido observada en muchos países, incluyendo México, y se refiere a la regresión o disminución de las habilidades académicas y del conocimiento que ocurre durante el largo periodo de descanso escolar. Este fenómeno tiene un efecto mayor en estudiantes de comunidades en rezago, para quienes ir a la escuela representa un derecho humano, una oportunidad y una puerta a la movilidad social.
La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos OCDE (2018), por ejemplo, ha llevado a cabo investigaciones y análisis sobre la desigualdad educativa y el rendimiento académico en diferentes países, y ha destacado la necesidad de abordar la brecha de aprendizaje que generan las vacaciones; una brecha que incrementa la desigualdad y exacerba la poca probabilidad de movilidad social.
¿Tienen las vacaciones el mismo efecto para todos? La respuesta es no. Las niñas y los niños de familias de nivel socioeconómico medio o alto tienden a mantener o incluso mejorar su nivel de competencia académica gracias a los viajes, campamentos, el acceso a libros y tecnología. En contraste, las niñas y los niños de comunidades desfavorecidas experimentan una pérdida de conocimientos y habilidades, pues las vacaciones representan una disminución de sus oportunidades de estimulación. Esta disparidad en el progreso académico se acumula año tras año y, con el tiempo, contribuye a ampliar las brechas de rendimiento y a limitar las oportunidades futuras de las niñas y los niños provenientes de entornos desfavorecidos.
Las neurociencias han demostrado que el cerebro infantil está en constante desarrollo[1] y que es especialmente sensible a las experiencias ambientales. Es durante las vacaciones, cuando las y los estudiantes de bajo nivel socioeconómico no están expuestos a una estimulación académica regular, que ciertas conexiones neuronales fortalecidas durante el ciclo académico pueden debilitarse debido a la falta de uso. Esto puede llevar a una disminución de las habilidades cognitivas, incluyendo la atención, la memoria, el procesamiento del lenguaje y las habilidades matemáticas.
Es justo decir que durante la pandemia estuvimos en un receso o “periodo de vacaciones” diferente y más desafiante de lo cotidiano. Después de los dos años en los que las y los estudiantes atendieron clases a distancia, al retornar a la escuela, las y los docentes enfrentaron un ciclo escolar sin precedentes. Fue necesario que, con base en un diagnóstico del alumnado, determinaran qué deberían re-enseñar, después de dos años muy poco efectivos.
Las crisis educativas en México y países de América Latina no son un tema nuevo. Desafortunadamente, organismos internacionales como la UNESCO[2] han reportado, desde el 2013, el estancamiento en los aprendizajes de estudiantes. El mismo reporte comparte que, tristemente, un alto porcentaje del estudiantado de primaria no ha alcanzado niveles básicos de competencias en matemáticas y lectoescritura.
Además, las estadísticas nacionales muestran que la mayor parte de la deserción escolar se presenta en secundaria y preparatoria. La principal razón es que las y los jóvenes se convierten en manos proveedoras; la necesidad económica es inmediata, en tanto que la promesa de educarse para obtener mayores y mejores ingresos es muy distante. Ante esta situación, las vacaciones representan un riesgo de deserción para las y los jóvenes de estratos menos favorecidos.
Por otra parte, existe amplia evidencia en otros países de la relación entre falta de alfabetización y la delincuencia. En Estados Unidos, por ejemplo, la Encuesta Nacional de Alfabetización de Adultos[3] reportó que el 70% de las personas encarceladas no puede leer de manera satisfactoria o al menos básica para mantener un trabajo bien remunerado. Aunque los datos sean de otro país, esta relación debe tomarse en cuenta.
Conocer esta información es importante no para cancelar las vacaciones, si no para traer la discusión a la mesa, poder abordar este fenómeno, y atender con propuestas creativas la brecha que genera este receso en los aprendizajes. En mi opinión, la solución debe ser mediante un enfoque multidimensional que involucre la colaboración de la comunidad: educadores, familias y responsables de políticas públicas. El objetivo central consiste en generar conciencia sobre la importancia de la estimulación cognitiva durante el periodo vacacional.
Como docentes, tenemos la oportunidad de fomentar que todas y todos los estudiantes lean con sus familias al menos 20 minutos al día mediante juegos, competencias o ejercicios. Las madres y los padres de familia deben saber que la lectura es fundamental en el desarrollo cognitivo[4] y que la alfabetización juega un papel clave en la prevención de problemas futuros. Esta práctica sencilla que involucra únicamente 20 minutos al día ofrece una amplia gama de beneficios a largo plazo: incrementa el vocabulario en aproximadamente dos millones de palabras, genera exposición a circunstancias ajenas a su rutina y promueve relaciones más sanas.
Desde la comunidad, es posible implementar programas educativos de verano que faciliten el acceso a libros y tecnología en espacios públicos, programas de mentorías con jóvenes voluntarias y voluntarios que impulsen talleres de lectura y matemáticas, entre otros. Desde las escuelas, es fundamental evaluar los conocimientos del estudiantado al arranque de cada ciclo escolar para comenzar estableciendo cimientos sólidos.
La educación es un derecho humano que no debe interrumpirse durante las vacaciones; el aprendizaje no se limita a las aulas y el cerebro humano no para de aprender. Trabajemos juntos para cerrar la brecha educativa y así construir un México más justo e inclusivo.
Autor:MUXED Fuente:https://www.muxed.mx/blog/aprendizajes-vacaciones