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Leer y escribir en México, el caso de la Educación Básica





"Creo que todos sabemos qué es lo que hace falta, pero no todos estamos dispuestos a hacerlo."
- Alexandra Campos
Como todo en la vida, las opiniones que daré a continuación son relativas y responden a ciertos elementos contextuales. Se trata de apuntes sobre mi visión de la lectura y escritura en educación básica.

En el país hay excelentes docentes, normalmente yo trabajo con varios ejemplos concretos de esta afirmación desde la asesoría técnico-pedagógica.

Sin embargo, cuando un docente me dice que sus alumnos o alumnas no saben leer, no saben escribir y que tienen muy mala comprensión lectora, a mí me parece excelente. Ese docente ya tiene el diagnóstico, ahora hay que actuar en consecuencia: enseñar a leer, escribir y acompañar el proceso de construcción de la comprensión y la coherencia de la expresión escrita, esto con base en el diálogo pedagógico entre el docente y sus alumnos y alumnas. Muchas autoridades educativas hacen afirmaciones muy similares, incluso con datos; entonces, la respuesta es también para ellos o ellas.

Eventualmente, los maestros agregan otros elementos: los papás y las mamás no ayudan, no ponen a leer a sus hijas e hijos, no se ocupan de ellos; no hay libros en la casa, en la comunidad no tienen computadoras personales. Me parece, siguen teniendo elementos de diagnóstico a la mano. Entonces, sí ya sabemos eso, no podemos apostar a que las y los estudiantes lean y escriban en casa, tenemos que hacerlo en la escuela; no podemos delegar esa responsabilidad en la familia, esa es nuestra tarea y la estructura educativa tiene que trabajar para resolver eso. Para muchos sectores, la escuela sigue siendo el espacio en donde se tiene acceso a la cultura escrita.

Sin duda, es importante el apoyo de la familia en la tarea formativa de niños, niñas y adolescentes, es deseable, pero sabemos las cargas laborales y conflictos emocionales que muchas veces dificultan esta actividad; poco puede incidir el docente sobre eso. Entonces hagamos lo que es del ámbito de nuestra competencia inmediata, lo que sí sabemos y podemos hacer.

La calidad con la que leen y escriben las y los estudiantes mexicanos es responsabilidad de la escuela, pero hay que desglosar un poco lo que esto significa. Cuando digo escuela incluye a toda la estructura educativa institucional que, se supone, existe para hacer realidad que las niñas y los niños tengan educación de excelencia y sean atendidos durante su edad escolar formativa sin exclusiones. No se trata del docente frente a grupo en solitario, se trata de todos, pero fundamentalmente de la estructura más visible: docentes, directivos, mesas técnico-pedagógicas, supervisores y jefes de sector, entre otros. Se trata de quienes toman las decisiones sobre qué y cómo enseñar, de quienes elaboran los materiales educativos y de quienes son la correa de transmisión de esas políticas públicas y su concreción en las aulas.

No se trata de leer tantos libros en la escuela, podemos, básicamente, leer un solo libro o dos en un trimestre, pero a profundidad. Todo el grupo el mismo texto. Esto si nuestros alumnos son lectores en formación. Si tenemos lectores consolidados, ellos pueden examinar otros textos, los acompañamos y aprendemos de su proceso.

El libro debe ser leído a profundidad por el docente. En el proceso de reflexión de la lectura y sus posibilidades, el docente tendrá apuntes de una guía de trabajo, quien puede apoyar en esta tarea será su asesor técnico pedagógico (ATP), aunque también puede desarrollar un bosquejo, una secuencia con autonomía. En la medida de lo posible, todos los alumnos y las alumnas deben tener su libro o el texto a mano, ya sea en físico o en soporte electrónico.
Debemos asegurarnos de que el alumno o la alumna lee: en silencio y en voz alta, podemos proponer que lea en casa, pero lo tenemos que asegurar en el aula. El docente debe modelar la lectura, es la mejor forma de “corregir” al alumno. Además, hay que asegurarnos que el alumno o la alumna escriba. Revisar y editar para publicar. Todos los alumnos deben publicar, pero no se publica todo lo que se escribe, hay procesos de selección, para la revisión, la edición y publicación.

Trabajar actividades que permitan jugar, construir hipótesis sobre lo que se va a leer y escribir; hay que argumentar las hipótesis que después servirán al estudiante para comparar lo que pensaba con lo leído. Hacer investigaciones en torno a las temáticas que emergen de la obra literaria y articular (obra e investigación) con la realidad inmediata de las y los alumnos para escribir sobre eso. Por supuesto, abordar las voces narrativas y los personajes, enriqueciendo el argumento de lo que leemos al proponer escritos sobre los personajes secundarios e incidentales en la obra, mismos que pueden ser centrales en lo que los estudiantes imaginan, dialogan, proponen y plasman por escrito o en dibujos, pinturas y otras expresiones plásticas dignas de exposiciones colectivas.

Hacer eso en el aula implica el compromiso de la estructura educativa. Por ejemplo, la Nueva Escuela Mexicana propone no dejar a nadie atrás, no dejar a nadie afuera, refiriéndose a la atención de los estudiantes en educación básica. Pero, muchas de las veces no son consecuentes, por ejemplo en el Estado de Veracruz, en vez de trabajar para consolidar la atención de todos los educandos, distraemos los esfuerzos de las escuelas en concursos estatales.

Los concursos tienen una función y un efecto, sobre todo mediático. Es muy visible sacarnos fotos con los ganadores de los concursos o sacar y publicar fotos de los concursos donde nos vemos todos, pero muy poco las y los alumnos. Implican mucho tiempo de preparación y nos hace focalizar en los mejores estudiantes lo cual puede generar que se desatienda al resto del grupo, dejando fuera, sobre todo, a los de más bajo logro. Así, la escuela no abona a la justicia social sino a ahondar diferencias desde la raíz, acumula rezago y la estructura lo propicia.

¿Es necesaria la convivencia entre escuelas, alumnos y docentes? Desde luego que sí, hagamos entonces Festivales de Aprendizajes Compartidos (vieja propuesta de Gabriel Cámara y su equipo) donde lo central no sea la competencia sino la convivencia, donde compartamos saberes y experiencias para que ganemos todos y seamos solidarios entre nosotros. Las competencias individuales son buenas en educación media superior o superior, pero no en educación básica donde el proceso debe ser formativo.

Por eso considero que tendríamos que trabajar para consolidar los equipos de asesoría técnico-pedagógica en educación básica. Fortalecerlos para que acompañen el trabajo docente de promoción de lectura y escritura en las aulas, así como de otras áreas especializadas necesarias para mejorar el desempeño de los docentes en la perspectiva del aprendizaje de las y los alumnos. Lo que tiene implicaciones de largo alcance: desde la creación de nuevas plazas para ATP para verdaderos especialistas académicos lejos de la tareas administrativas o de mera “coadyuvancia” del funcionamiento de la Supervisión escolar.

Cierro diciendo que una escuela exitosa no es la que gana un concurso de oratoria o cuentacuentos; una escuela exitosa es la que acompaña a todos sus alumnos en su proceso de aprendizaje, en este caso, un acompañamiento cercano, dialógico y personalizado.
Autor:Mexicanos Primero Fuente:https://www.mexicanosprimero.org/blog/leer-y-escribir-en-mexico-el-caso-de-la-educacion-basica