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“Tenemos que utilizar las emociones siempre a favor del aprendizaje, nunca en contra”

Silvia Álava

Fuente:http://blog.tiching.com/silvia-alava/


A Silvia le encantaba que vinieran sus abuelos a buscarla al colegio porque era el día que podía escoger su merienda favorita en la pastelería de la esquina antes de ir a la extraescolar que tocaba ese día. También recuerda su época del colegio con gran felicidad, sobre todo, cuando jugaba al rescate, al pilla-pilla o a la goma con sus amigos, sin importar el frío que hiciera. Silvia, adoraba esos libros que le hacían arañar tiempo de donde fuera para ponerse a leer unos minutos.

¿Cómo funciona el cerebro de un adolescente?
Lo que ocurre en el cerebro del adolescente es que hay un gran cambio. Sabemos que cuando los niños son pequeños (1-2 años) es el momento en el que el cerebro más crece y cuando llega a la adolescencia es cuando el cerebro se re-configura. Se da un proceso que se llama poda sináptica, es decir, todas aquellas conexiones nerviosas que hemos hecho a lo largo de la niñez, cuando llega la adolescencia, se van podando para que desaparezcan las que son menos importantes y se queden las más importantes para que, luego, el cerebro pueda procesar la información a la velocidad adecuada y pueda obtener un razonamiento más parecido al cerebro adulto.
¿Qué ocurre en el cerebro adolescente durante este proceso?
En este proceso de poda sináptica, que va desde la parte de atrás del cerebro hacia adelante, hace que la última región de todas, que es el lóbulo pre-frontal y que es con el que se regulan las emociones, donde está el autocontrol, donde se activa el peligro, como es lo último en madurar, muchas veces a los adolescentes les cuesta anticipar el peligro, regular las emociones y podemos ver que son más reactivos a nivel emocional. Y además, ocurre otra cosa en el cerebro adolescente y es que todo el sistema mesolímbico está tremendamente influenciado por una mayor carga hormonal y eso hace que toda la parte emocional sea más difícil de controlar para un adolescente que para un niño o un adulto.
Teniendo en cuenta esto, ¿cómo debemos abordar la educación emocional con adolescentes dentro del aula?
Sabiendo todo esto, lo primero que tenemos que entender es que los adolescentes van a ser más reactivos a nivel emocional, mucho más irritables, pero no significa que no puedan hacer un buen procesamiento de las emociones o que no las puedan entender bien. Lo que tenemos que hacer es permitir que las emociones entren en el aula.
Y para eso, ¿que podemos hacer?
Hay programas específicos en los que se trabaja la inteligencia emocional con los adolescentes que funcionan especialmente bien. Cuando, además, lo estamos trabajando en un aula, que se hace en grupo, es todavía mucho más enriquecedor. Estos programas van dirigidos a que el adolescente perciba correctamente las emociones en el mismo y en los demás, comprender el porqué de esa emoción, ponerle nombre y expresarlo correctamente, utilizar la información de la emoción para hacer una buena toma de decisiones y, por último, saber regularlas.
¿Hay tiempo para trabajar las emociones en el aula?
Hay muchos profesores que dicen que bastante ajustado está el temario como para poder dedicar tiempo a las emociones. Por eso, cuando se hacen este tipo de programas, se tiene en cuenta que la educación emocional se pueda integrar lo máximo posible en los contenidos que marca el currículum aprovechando esas situaciones que se dan en el día a día en las aulas.
En esta etapa biológica, los jóvenes tienen más interés por sus amistades, su tiempo de ocio, la ropa, etc. que por el aprendizaje. ¿Cómo hacemos para promover la curiosidad por aprender?
Yo creo que es muy importante trabajar la motivación. Hay dos tipos de motivación: la motivación extrínseca o externa, que es lo que me viene de fuera; y la motivación intrínseca o interna, que es por lo que yo quiero seguir aprendiendo. Con los adolescentes hay que trabajar un compendio de las dos.
¿Cómo trabajamos la motivación intrínseca?
Para trabajar la motivación intrínseca, hay una emoción que está muy relacionada con el aprendizaje: la curiosidad. El adolescente muchas veces quiere aprender, por eso debemos ser capaces de fomentar esa curiosidad en el adolescente. Además, los adolescentes tienen un desarrollo en el pensamiento lógico, sobre todo, en la capacidad de pensamiento abstracto muy fuerte. ¿Por qué no lo utilizamos? ¿Por qué no utilizamos esa combinación de la curiosidad con ese desarrollo de la lógica? Por ejemplo podemos hacer un debate, o potenciar una participación mucho más activa en el aprendizaje.
Se trata, sobre todo, de utilizar esa emoción de la curiosidad y aprovechar lo que sabemos sobre cómo ha evolucionado el cerebro, para ponerlo a favor del aprendizaje.
Muchos alumnos sufren nervios o ansiedad delante de una evaluación ya sea oral o escrita. ¿Qué técnicas podemos enseñarles desde la escuela para canalizar esas emociones y que puedan afrontar cualquier reto similar?
Yo a los adolescentes siempre les digo dos cosas: una cosa es que se este poniendo nervioso porque duda de lo que he estudiado: “sé que me lo sé pero, ¿y si me equivoco?”. Pero otra cosa es cuando les da un ataque de realidad porque no han estudiado o porque saben que con lo que han estudiado no podrán aprobar.
Cuando el alumno sabe que se lo ha estudiado pero aún así tiene ansiedad, ¿qué hacemos?
Una vez que el alumno sabe que se lo ha estudiado y se lo sabe, se pueden utilizar técnicas para controlar la ansiedad. Hay dos tipos de técnica: por un lado controlar el pensamiento, ya que a veces los alumnos empiezan a tener una cadena de pensamientos negativos que les produce taquicardia, opresión en el pecho, tensión… síntomas que interfieren en la correcta realización del examen. Tenemos que enseñar a sustituir esos pensamientos negativos por unos objetivos. Por ejemplo, pensar que si me lo he estudiado me va a salir bien.
¿Alguna otra técnica?
También va bien entrenar con los estudiantes alguna técnica a nivel fisiológico para reducir las taquicardia, la opresión en el pecho o la tensión muscular como puede ser una respiración diafragmática que consiste en coger aire por la nariz despacio haciendo que se hinchen, no solo los pulmones, sino también la tripa y luego sacarlo poco a poco.
Combinar los dos tipos de técnica, la parte cognitiva qué es lo que estoy pensando con alguna técnica de relajación de tipo fisiológico para controlar mejor los nervios, es fundamental.
¿Realizar Mindfulness en las aulas es una buena técnica para relajar a los alumnos? ¿Por qué?
Las técnicas Mindfulness son muy parecidas a las respiraciones diafragmáticas. Lo importante es que el alumno conozca técnicas de relajación.
Existen estudios donde se confirma que el Mindfulness es una técnica que les va especialmente bien a los alumnos. A veces emplear unos minutos en el aula para hacer Mindfulness, para conectar con uno mismo, ser consciente de dónde estás, cómo está tu cuerpo, de qué necesidades tienes y empezar a controlarlo, puede ser especialmente positivo.
Los docentes muchas veces se ven desbordados ante las conductas disruptivas de los alumnos y alumnas. ¿Qué deben hacer en estos casos los docentes?
Aquí no podemos decir que haya una ley universal que diga “siempre que tu alumno haga esto, tienes que hacer esta técnica” porque lo primero que tenemos que ver es cuál es la causa de esa conducta disruptiva. No es lo mismo un alumno que en un determinado momento está teniendo un estallido emocional, porque ha sentido algo que no sabe gestionar, que no sabe cómo verbalizar. En este caso tenemos que trabajar la emoción que ha sentido, por qué y cómo expresarlo de una forma más correcta. O cuando un alumno se siente frustrado porque le estamos pidiendo algo que no sabe realizarlo, que no está en su zona de desarrollo próximo y por mucho que se esfuerce no va a llegar. En este caso, el docente tendrá que ver si necesita parcelar la tarea o rebajar un poco el nivel, ofrecerle un poco de ayuda para que luego sea autónomo y lo pueda hacer.
¿Y cuando es simplemente una llamada de atención?
Es diferente cuando el alumno quiere llamar la atención. Entonces, no debemos hacerle caso. Debemos reforzar más los comportamientos en positivo que en negativo y, sobre todo, evitar que se salga con la suya.
¿Podemos lograr que los alumnos sean felices en las escuelas?
Sí, pero lo que tenemos que ver es cuál es la definición de felicidad. Si creemos que la felicidad es estar todo el día alegre y contento, es inviable ir feliz a la escuela, al trabajo o a ningún sitio, porque es una absoluta falacia.
Entonces, ¿qué es la felicidad?
La felicidad no es una emoción sino un estado en el que una persona puede ser feliz a pesar de saber que habrá momentos en los que sentirá emociones desagradables que sabe que serán pasajeras y entenderá que en la vida hay otras muchas cosas positivas.
Lo que no podemos pretender es que el alumno piense que el instituto es un lugar donde solamente se experimentan emociones de alegría. Si se está haciendo un buen entrenamiento de la inteligencia emocional y hacemos entender a los alumnos que se puede ser muy feliz aunque un día esté muy triste porque ha suspendido un examen, o está frustrado porque el profesor le ha echado una pequeña bronca, entonces sí que conseguiremos que vayan a la escuela felices.
¿Un niño feliz es más propenso a tener mejores resultados académicos?
Sabemos que las emociones potencian el aprendizaje, sobre todo, las emociones agradables como por ejemplo la curiosidad o la calma. En cambio, una emoción desagradable, como la ansiedad, dificulta que el proceso de aprendizaje se produzca. Tenemos que utilizar las emociones siempre a favor del aprendizaje, nunca en contra.
¿Cómo puede conseguir un docente que los alumnos vayan felices al aula?
Una de las funciones del profesor es motivar a los alumnos de tal forma que vayan todos felices y contentos a clase. Y, aunque, el profesor va a intentar hacer la clase lo más atractiva posible, fomentando la curiosidad, potenciando esa motivación intrínseca… lo que no podemos pretender es se tenga que poner una nariz de payaso y estar todo el día contando chistes. Hay que ser realistas y si bien es cierto que hay que crear un ambiente lo más agradable y propicio posible para el aprendizaje, también habrá cosas que no les guste a los alumnos, como los exámenes o algunas tareas, que van a tener que hacer.
¿La escuela está preparada para personalizar el aprendizaje de todo su alumnado?
Es muy complicado personalizar un aprendizaje. Es verdad que es hacia donde tenemos que ir y que el aprendizaje sea lo más personalizado posible, que el alumno se sienta un ser único. La mayor parte de los profesores está poniendo mucho empeño en ello y con esta situación del confinamiento lo estamos viendo, están trabajando desde casa, dedicando más horas que nunca, lo están haciendo lo mejor posible con muy pocos recursos… Pero no nos podemos olvidar de una cosa y es que para personalizar el aprendizaje necesitamos recursos y formación. Bastante bien se está haciendo para los medios que tenemos. Lo que no podemos es incrementar más el nivel de exigencia si no se da formación a los docentes.
Hay que formar a los docentes…
La evidencia científica lo que nos dice es que si queremos aplicar la inteligencia emocional en el aula, la primera persona que tiene que tener una alta inteligencia emocional es el docente, porque no se puede enseñar aquello que no se sabe. Por lo que primero hay que invertir en formar a los profesores para dotarlos de herramientas y recursos para que ellos luego puedan trasladarlo a sus alumnos.
Hablando de formación… ¿Los docentes tienen la suficiente formación para detectar problemas de aprendizaje en el aula?
No podemos pensar que todos los docentes están preparados para detectar los problemas de aprendizaje ni que ninguno lo está. Es muy importante, cuando hablamos de un problema de aprendizaje, darnos cuenta que el síntoma no es que el alumno suspenda, sino que hay muchos otros indicadores. No podemos esperar a valorar a un niño y detectar un problema del aprendizaje cuando ya haya un fracaso escolar claro. Cuando un alumno empieza a tener problemas en la lectoescritura, en la lateralidad, que le cuesta la organización temporal, que es muy movido o que tiene problemas de concentración, es la hora de empezar a evaluar, a observar y valorar los síntomas que presenta el alumno, no vamos a esperar a que tenga que repetir un curso para empezar a detectarlo.
¿Qué datos tenemos acerca de las dificultades o trastornos del aprendizaje en España?
Aproximadamente un 20% de los niños tienen dificultades a nivel escolar, es decir, les cuesta más aprender que al resto de sus compañeros. Entorno a un 5-6% tienen un trastorno del aprendizaje (dislexia, TDAH, discalculia…). Es un porcentaje muy alto, porque sabemos que si hay 25 niños por aula, habrá al menos un alumno por clase con problemas o trastornos en el aprendizaje.
¿Qué deben tener en cuenta los docentes a la hora de detectar un problema de aprendizaje?
Sobre todo no deben fijarse solamente en la nota. Hay niños que a pesar de tener un trastorno del aprendizaje, tienen tal apoyo en sus casas, que llegan al mínimo requerido. Sin embargo, los docentes no se deben fijar solo en la nota, sino que es necesario que observen los procesos de aprendizaje del niño o la niña, si tiene problemas en el pensamiento lógico o en razonamiento abstracto, cómo se expresa verbalmente, si se le da la información de forma visual la procesa mejor que de forma oral, si atiende o se despista con facilidad… y, sobre todo, saber cómo se está sintiendo.
¿Puede un problema emocional derivar en un problema de aprendizaje?
Sí. Nos encontramos con alumnos que tienen problemas emocionales y eso se traduce en problemas en el aprendizaje. O sea que, de entrada, el diagnóstico no es un problema de aprendizaje sino un problema emocional.
¿Cómo podemos diferenciar un niño movido de un niño con TDAH?
El Trastorno de la Atención con o sin Hiperactividad es un trastorno neurobiológico. Lo que está demostrado es que en los niños con TDAH, el lóbulo pre-frontal del cerebro no trabaja a las mismas revoluciones que en el resto de los niños. Entonces, no son solo niños que se mueven mucho más, porque ese es uno de los síntomas de la hiperactividad o la hipercinesia, sino que fallan en la función ejecutiva. Un ejemplo muy clarificador es imaginar que la función ejecutiva es un director de orquesta, que la zona del cerebro que organiza, planifica, supervisa que el resto de los músicos, que serían el resto de las áreas cerebrales, están haciendo bien su trabajo.
¿Qué es lo que ocurre con los niños que tienen TDAH?
Pues que el problema está en el director de orquesta, en la función ejecutiva, a la hora de planificar lo que tienen que hacer, a la hora de ir supervisando y manteniendo la atención en lo que tienen que hacer tanto en la cantidad como en la calidad de tiempo de una tarea. Todo esto es en lo que falla. Por eso, no solamente debemos fijarnos en esa hipercinesia, que sería la parte de la hiperactividad, sino en todo lo que es la función ejecutiva.
Por eso cuando se hace una evaluación, lo que se tiene que observar es que hay una diferencia entre todo lo que sería la capacidad de planificación, de atención, de organización, de supervisión del niño y el resto de áreas, es decir, el razonamiento lógico, abstracto, la comprensión, la memoria…
¿Qué consejo le daría a un docente que tiene un niño con trastorno de aprendizaje o TDAH en el aula?
Lo primero es que hay que ser realista. Los docentes tienen muchos alumnos en el aula y lo que tenemos que hacer es detectar bien los problemas o dificultades en el aprendizaje, porque sino es muy difícil que el docente pueda hacer las adaptaciones curriculares necesarias.
Pero algunas cosas fundamentales a tener en cuenta con alumnos con TDAH, es que tiene que estar sentado al principio de la clase, como se despista mucho más que el resto se tienen que fragmentar la tarea, que no sean actividades muy monótonas ni muy cargadas, evaluarle no solo por lo que contesta en el examen sino también en las preguntas que de forma oral que le vamos haciendo en el día a día. Hay una serie de protocolos que pueden ayudar mucho a llevar a cabo esa intervención de los niños con TDAH.
¿Por ejemplo?
Por ejemplo, cuando hay un caso de TDAH combinado que no se puede mantener quieto en el sitio, pues a veces nos puede venir bien, dejar que se mueva por el aula de tal forma que es el propio docente es que se lo está permitiendo. Si lo que estamos haciendo son clases virtuales, entender que no va a estar pegado a la pantalla todo el tiempo que va a necesitar tiempo para entrar, para salir, para moverse, que las sesiones no sean especialmente largas. Tenemos que intentar adaptar en todo momento el contenido y la metodología para que ese niño o niña pueda aprender de la mejor forma posible.