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“La docencia es un arte pero puede apoyarse en evidencias científicas”

Revista Colegio entrevistó en su Ciclo de Conversaciones en vivo por Instagram a Héctor Ruiz Martín, director de la International Science Teaching Foundation, maestro, neurobiólogo e investigador especialista en psicología cognitiva, quien se refirió a los aportes de la neurobiología y la psicología cognitiva en la educación y expresó que “la docencia es un arte, pero puede apoyarse en evidencias científicas para guiar nuestras decisiones”.

Fuente:https://sarrauteducacion.com/2021/09/30/entrevista-la-docencia-es-un-arte-pero-puede-apoyarse-en-evidencias-cientificas/


Ruiz Martín se define como “un biólogo apasionado por la educación”. En ese marco explica: “Empecé en la investigación sobre el aprendizaje desde la neurobiología, como biólogo, cuando descubrí que se podía hacer ciencia sobre cómo las personas aprenden. Me pareció fascinante. Sin embargo, también he tenido la experiencia de dar clases en un instituto de secundaria y universidad y como docente me daba cuenta de que todo eso que estaba aprendiendo sobre neurociencia no me decía qué podía hacer en el aula para ayudar a mis estudiantes a aprender mejor. Entonces descubrí la psicología cognitiva, que estudia cómo el cerebro obtiene, procesa, almacena, utiliza la información, pero a un nivel más aplicable al contexto del aula. Tuve la suerte de estudiar esta disciplina, que tiene más tradición en EEUU e Inglaterra, y desde entonces me he dedicado más a ello, ahondando en qué podemos hacer como docentes para enseñar mejor y qué pueden hacer los estudiantes para que sus esfuerzos sean más productivos. Pero en el aula están todas las variables en juego al mismo tiempo y ahí tienes que ver si esas intervenciones y circunstancias que tenían un efecto en el laboratorio lo siguen teniendo”.
¿Cómo nació en vos el interés por ponerte a escribir sobre educación basada en la evidencia?
La docencia no va a dejar de ser un arte, pero puede apoyarse en evidencias que nos permitan guiar mejor nuestras decisiones. También pueden apoyarse en ellas los alumnos. Cuando los estudiantes se ponen a aprender hacen lo que creen que deben hacer. Nadie les ha enseñado a aprender, esto es, nadie les ha enseñado las circunstancias y acciones que son más eficaces para que el aprendizaje se consolide y sea más transferible a nuevas situaciones, para que no se esfume después de las pruebas de evaluación y que la curva del olvido no sea tan fuerte. Descubrir todas estas cosas para mí fue fascinante y a medida que estudiaba y participaba en proyectos de investigación con las escuelas pensaba cada vez más por qué no se había producido todavía una transferencia entre toda esta investigación científica, que tiene décadas, y la comunidad educativa.
Solemos interpretar las cosas de la manera que encaje más con nuestras creencias, con lo que esperamos que vaya a pasar. La ciencia pretende tomar datos de manera objetiva y sistemática. Un docente puede hacer de su experiencia personal algo más cercano a una investigación científica y con esos datos puede ver realmente lo que está pasando, que muchas veces los sesgos no le dejan ver. La ciencia nos permite ver los efectos en el aprendizaje a largo plazo, o si va a ser transferible a nuevas situaciones o no.
Así, mi afán por escribir esos libros fue porque me di cuenta de que localmente en España, pero también en Latinoamérica, al mundo educativo de lengua española no había llegado esta aproximación al aprendizaje y la enseñanza científicos, como sí había empezado a ocurrir en EEUU e Inglaterra con el movimiento de la educación basada en las evidencias. Me sorprendió que no llegara esta información y la que empezaba a llegar venía directamente desde la neurociencia, que es fascinante, pero no nos informa tanto. Ahí me di cuenta de que no había ningún marco de referencia para docentes y estudiantes que les acercara las ciencias cognitivas del aprendizaje. Comencé con hilos de Twitter a facilitar información y sigo haciéndolo cada tanto que puedo, pero a partir de ahí la gente que los leía me pedía que hiciera un libro. De uno hice tres: “¿Cómo aprendemos?” Una aproximación científica al aprendizaje y la enseñanza para docentes, donde repaso toda la psicología educativa; luego uno para los estudiantes, “Conoce tu cerebro para aprender a aprender“, que intenta enseñarles las estrategias de aprendizaje basadas en la evidencia científica; y el tercero, “Aprendiendo a aprender“, especialmente para las familias de esos estudiantes.
¿Qué es aprender a aprender?
A pesar de que aprendemos de manera natural, hay muchas cosas que si queremos aprenderlas tenemos que hacer un esfuerzo, dedicarle un tiempo. Son todas esas cosas que trata de proporcionar la escuela. Ahí está la clave: cuando un estudiante decide aprender algo tiene que decidir lo que va a hacer para aprenderlo, cómo lo hará. Cada uno actúa en función de sus creencias sobre cómo cree que funcionan su cerebro y su memoria cuando aprenden. Además, lo hacemos de manera espontánea. Tampoco nos ponemos a investigar científicamente qué nos va mejor. Nos etiquetamos y decimos que aprendemos mejor así pero no hemos hecho una comparativa para analizar si con una fórmula podríamos tener más éxito que con otra. Aprender a aprender es aprender cuáles son esas acciones y circunstancias que van a hacer que ese esfuerzo que hacemos por aprender vaya a ser más productivo. Desde el punto de vista científico, significa aprender cómo aprende nuestro cerebro para actuar, tomar decisiones adecuadas para regularse adecuadamente y alcanzar esos objetivos. Para mí aprender a aprender también debe ser aprender a que lo que aprendas sea duradero, significativo, funcional, productivo. Es aprender a autorregular el propio aprendizaje y a tomar decisiones sobre lo que haremos, tanto en el ámbito cognitivo como también en el emocional, por cosas que tienen que ver con mantenerme motivado, sobre todo después de haber tenido una decepción, ser capaz de gestionar fracasos para seguir adelante, etc.
¿Qué es la International Science Teaching Foundation?
Es una fundación que nació en 2012, de la mano de un grupo de investigadores y docentes vinculados al ámbito del aprendizaje de la ciencia, que nos juntamos para promover las buenas prácticas en la enseñanza de la ciencia en las escuelas, entendiendo “buenas prácticas” como aquellas que se fundamentan en la evidencia. Pronto vimos que había mucho interés por este tipo de abordaje, pero nos dimos cuenta de que no era suficiente con ofrecer capacitación. Los maestros salían satisfechos de nuestros cursos, pero luego llegaban al aula y tenían que concretar esas ideas. Entonces dimos un paso más e hicimos una hipótesis de salida muy arriesgada: debíamos desarrollar materiales educativos concretos que les dieran ideas y recursos sobre cómo desarrollar el currículum entero siguiendo métodos que llevan a aprendizajes más significativos. Y así desarrollamos el proyecto Science Bits. Se trata de materiales digitales que reemplazan al libro de texto porque cubren el currículum, pero proporcionando el tipo de actividades que promueven aprendizajes más profundos. Básicamente buscamos conseguir que los alumnos estén pensando continuamente en lo que están aprendiendo en términos de significado, tratando de entenderlo. Les ayudamos a hacerlo y a construir estas nuevas ideas a partir de lo que saben. Proponemos secuencias didácticas que parten de situaciones familiares, relevantes, en las que el objeto de aprendizaje entra en juego para empezar activando sus conocimientos previos, que es básico para conseguir ese aprendizaje significativo. Pretende ser una situación que genera un conflicto que hay que resolver. Pasamos luego a una fase de exploración guiada con el docente en la que vamos haciendo que el alumno vaya atando cabos, a través de investigaciones, observando una simulación para obtener datos, discutir sobre ello y llegar a construir significado. Luego lo formalizamos. Una buena explicación también es muy importante, pero les pedimos a los alumnos que después empiecen a transferir ese conocimiento a múltiples situaciones, que es importantísimo para consolidar. Finalmente, les pedimos que realicen un proyecto que va a resolver una situación en un contexto real y hay una evaluación final, que apunta a la capacidad de transferencia: qué saben y qué saben hacer con lo que saben. En conjunto, esta propuesta se conoce como modelo de enseñanza y aprendizaje 5E, una propuesta respaldada por un gran grueso de investigación tanto en el laboratorio como en las aulas.
Hoy llegamos con este proyecto a escuelas de secundaria de todo el mundo, con mayor cantidad en Argentina, España, Chile, México, Perú, EEUU e Inglaterra. Trabajamos diseñando secuencias que pueden adaptarse al currículum de cada región.
Un estudio de investigadores de la Universidad de Barcelona y la Universidad Rovira i Virgili ha aportado evidencias de que el modelo 5E de Science Bits contribuye a promover aprendizajes más significativos y duraderos en escuelas que usan el programa.
¿Cuáles son los limitantes más importantes del aprendizaje?
El tiempo es el número uno. Para aprender se necesita tiempo y oportunidades en las que realmente podamos profundizar y dar significado a lo que estamos aprendiendo. Eso implica poderlo transferir a múltiples situaciones y gracias a eso irlo abstrayendo y convertirlo en parte de nuestra forma de entender cómo funciona el mundo. Los otros limitantes pueden ser internos, como las creencias autolimitantes de pensar que no se va a ser capaz de aprender. Esto se conoce como autoeficacia. Cuando la autoeficacia es baja, es decir, cuando creemos que no somos capaces de aprender algo, nuestra motivación se desploma. Y si la motivación es baja, va a ser difícil que aprendamos; pero no porque la motivación haga que el cerebro funcione mejor, sino porque la motivación nos lleva a hacer aquello por lo que vamos a aprender: la motivación hace que le dediquemos más tiempo, esfuerzo y atención al objeto de aprendizaje. Si no estamos en absoluto motivados no haremos ningún esfuerzo por aprender.
Las creencias autolimitantes son mucho más importantes incluso que el interés, que solo nos predispone a empezar. Si yo empiezo con interés, pero la manera en que procede la secuencia de aprendizaje o se plantean las actividades, así como los éxitos o fracasos que tengo no encajan con lo que esperaba, da igual el interés que tuviera: voy a perder la motivación. Y lo mismo ocurre al revés. Puedo empezar pensando que algo no me interesa y la manera en que el docente lo plantea hace que me fascine. Todas las circunstancias externas que pueden influir en nuestra voluntad de aprender pueden ser limitantes. El entorno de aprendizaje es clave también; que nos motive, que nos haga sentirnos seguros para probar y equivocarnos, que nos facilite los recursos y circunstancias adecuadas o no. Es algo que debemos tener muy en cuenta, no solo en el aula sino también fuera de ella.
¿Se puede innovar desde la escasez de recursos, cuando tenemos dificultades de conexión a internet o poca capacitación docente acceder a estas plataformas de innovación?
Lo que no podemos dejar de exigir siempre es una mejor financiación de la educación, mejores recursos en todos los ámbitos. Con más recursos y capacitación para los maestros vamos a tener más oportunidades. A partir de ahí hay que tener claro cómo invertir bien esos recursos. Es ahí donde pueden entrar estas otras propuestas para ayudar a sacar el máximo provecho de lo que se tiene. Si los recursos son bajos se va a hacer lo que se pueda. Uno puede tratar de que los resultados sean algo mejores, pero necesitamos esos recursos. Por tanto, no es que con la ciencia basta para mejorar la educación. Tenemos que seguir exigiendo un mayor apoyo en recursos para que todas estas cosas sean aplicables y podamos conseguir ese cambio. Pasa algo parecido con la sanidad.
Esta hibridación entre lo tecnológico, la fundamentación científica y este arte del docente es una mezcla muy poderosa para resignificar la educación de este siglo… ¿Cómo asesoran a las escuelas interesadas en utilizar estas herramientas que mencionás?
Según las encuestas, el uso que los docentes y alumnos hacen de la tecnología fuera de la escuela no es tan distinto entre ellos. El problema es que no hay tantos medios para llevar esa tecnología de manera adecuada al aula. De hecho, los alumnos tampoco suelen usar las nuevas tecnologías en el entorno de la escuela. La clave es conseguir introducir la tecnología en las aulas de una forma que represente un beneficio y no un problema. No es fácil. Hay que pensarlo bien. Si uno no se ve acompañado es lógico que no lo haga porque hay muchas propuestas con la tecnología innecesarias, que se podrían hacer mejor sin ella. En cambio, lo que tratamos de hacer con Science Bits es que la tecnología que ofrecemos para introducir en el aula sea útil, tenga significado utilizarla, que nos dé cosas que no podríamos hacer sin ella: interacción con el objeto de aprendizaje, simulación de casos de estudio, la posibilidad de hacer un seguimiento del trabajo que hacen los estudiantes, herramientas para el aprendizaje cooperativo, etc. Se trata de usar esa tecnología para enriquecer el propio arte del docente y ayudarle a conseguir mejores resultados.
En nuestro caso, la tecnología es muy sencilla; el recurso que ofrecemos es fácil de aplicar y depende de lo que uno quiera profundizar. El acompañamiento que ofrecemos viene más por un tema metodológico. Para usar bien este método los docentes deben recibir cierta capacitación y entender qué se pretende en cada fase. Luego cada uno lo va adaptando a su manera de proceder. Intentamos dar esas ideas, esas prácticas que vienen de la investigación y que podemos aplicar en el aula para dar un empujón y que los alumnos aprendan de manera más profunda, que los aprendizajes sean más duraderos y transferibles a nuevas situaciones.
¿Qué significa el reconocimiento del International Journal of Science Education?
Para nosotros, que un estudio liderado por investigadores de universidades como la de Barcelona haya sido además validado por una revista internacional como el International Journal of Science Education, editada por investigadores de renombre en este campo, nos anima a seguir trabajando en esta línea manteniendo la objetividad. No conozco ningún otro recurso educativo curricular que haya pasado por un proceso así y tenga resultados publicados en una revista científica revisada por pares. Significa que tenemos que seguir ahondando, haciendo más. El estudio nos ha ayudado a entender puntos fuertes y débiles de la propuesta. Hacemos mucha investigación interna porque estamos en un proceso continuo de investigación y desarrollo en el que vamos tomando decisiones. El programa no es estático.
Héctor Ruíz Martín es además autor de tres libros: “¿Cómo aprendemos?” Una aproximación científica al aprendizaje y la enseñanza, “Aprender a aprender” y “Conoce tu cerebro para aprender a aprender”, los dos últimos publicados durante la pandemia.
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