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Anna Ramis: «Los niños necesitan ser mirados y hablados y las pantallas lo impiden»

Maestra, pedagoga y formadora, Anna Ramis lleva cinco años ‘predicando’ contra el abuso de las pantallas en la primera infancia. Ahora ha cerrado filas con otros diez profesionales de la educación y la salud, con los que ha presentado un manifiesto que esperan que ayude a concienciar a la sociedad del mal que pueden llegar a hacer estos dispositivos que todos tenemos en casa y en el bolsillo.

Fuente:https://eldiariodelaeducacion.com/2022/05/22/anna-ramis-los-ninos-necesitan-ser-mirados-y-hablados-y-las-pantallas-lo-impiden/


En 2018 Anna Ramis publicó De 0 a 3, ¿res de pantalles? (Eumo. En 2021 lo editó Octaedro bajo el título De 0 a 3, ¿Nada de pantallas?), un libro que no era un libro, sinó una acción más de una campaña con un nombre muy parecido (De 0 a 3, pantalles RES) que se lanzó en solitario para apretar el botón de alarma sobre un nuevo fenómeno social que se hacía más evidente. Más o menos al mismo tiempo, el Ayuntamiento de Manacor, en Mallorca, lanzaba una campaña con idéntico objetivo. El libro y la campaña abrieron la puerta de muchas instituciones educativas, ayuntamientos incluidos, que han invitado a Ramis a dar charlas, si bien se ha dado cuenta de que “vienen los padres y madres ya sensibilizados y no los que hacen un uso catastrófico de las pantallas”. Y también la ha puesta en contacto con otros profesionales de diferentes ámbitos (y a la vez madres y padres) a los que ha ido atrapando la misma inquietud. Con ellas y ellos han estado trabajando en un Manifiesto Infancia y Pantallas 0-6, que, como explicaba este diario hace unos días, se presenta este lunes en Barcelona, coincidiendo con el Día de Internet (17 de mayo).
¿Cómo surge la idea del manifiesto?
Sale de encontrarnos algunos profesionales que nos dedicamos a la primera infancia y de ir hacer cada vez más el comentario de “ostras, esto es cada vez más alarmante”. Y del “alguien debería hacer o decir algo” al final nos dijimos: lo hacemos nosotros. Y llevamos desde noviembre reuniéndonos y dedicando tiempo fuera de nuestros trabajos. Partimos de la defensa de los derechos de los niños y damos la voz de alarma ante esta realidad tan digitalizada.
¿Era un tema de sensaciones o tenía datos?
Hay sensaciones y corroboración profesional. Cuando Dominica Díaz, que trabaja en el Hospital Althaia con adolescentes que llegan cuando ya necesitan ingreso, nos dice que el límite de edad cada vez baja más, o cuando las maestras que están en infantil de primer o segundo ciclo nos explican que ven a niños que no hablan, pero que no es porque tengan ningún trastorno sino porque en casa hay un exceso de pantallas y muy poca interacción y movimiento… Pero es que también hay evidencia científica. Gracias a Liliana Arroyo, que es socióloga, o Silvia Urraca, que es pediatra, nos llegan estudios de cómo está influyendo esta situación en las criaturas pequeñas, y más a partir de la pandemia.
Explicados rápidamente, ¿cuáles serían estos efectos tan nocivos para los niños?
Lo hemos agrupado en tres tipos. En lo físico, el sedentarismo. El niño necesita movimiento, tanto para desarrollar la motricidad fina como la tonicidad muscular, y por eso estas criaturas se atreven menos a hacer movimientos de exploración, como subirse a materiales de un parque, y esto se acaba correlacionando con la obesidad infantil. Además, se generan problemas de visión, porque la pantalla aparece cuando el nervio óptico está listo para mirar a larga distancia, y tenemos a niños miopes porque les hemos reducido el campo de visión. Luego están todos los problemas relacionales y emocionales ya que, por un lado, el uso excesivo de pantallas por parte de sus padres deja a estos niños desprovistos de mirada y, por otro, porque el tiempo que estoy viendo pantallas no me estoy relacionando ni con mis padres ni con compañeros, ni estoy jugando o enfadándome con mi hermano… por tanto, supone una pérdida de entrenamiento relacional y emocional. Y finalmente están los problemas de desarrollo cerebral: la velocidad de las imágenes excita el cerebro y hace que se desarrolle mucho más despacio el córtex prefrontal, donde está la voluntad, la capacidad de autolimitarme, de regularse, porque las pantallas nos hacen muy fácilmente adictos y más en un cerebro en desarrollo.
Tenemos niños miopes porque les hemos reducido el campo de visión, propensos a la obesidad porque no se han movido lo suficiente, con problemas emocionales porque no han tenido suficiente entrenamiento relacional…
Antes me hablaba de adolescentes pero el manifiesto se ciñe al 0-6. ¿Por qué?
Porque es donde comienza todo. El cerebro nace completamente inmaduro y hasta los tres años triplica su peso y multiplica por 1.000 las conexiones neuronales. Si pensamos que debido a que saben pasar el dedo por la tableta son nativos digitales, y serán ingenieros o ingenieras cuando sean mayores, no detenems algo que está ya afectando a estos niños en su presente, y que los está marcando o creándoles un hándicap de futuro. Por eso decimos que hay que detenerlo lo antes posible.
En el manifiesto se dirige a varias instancias, pero no hay ninguna alusión explícita al Departamento de Educación, que quizás podría tener un rol tanto en el ámbito de la concienciación, como en el famoso debate del móvil en las aulas…
Nosotros hemos hecho siete recomendaciones finales, en alguna hemos dicho que va dirigida a las administraciones y se puede entender que las que se dedican a formar profesionalmente a las personas que se dedican a la primera infancia (pediatras, maestros y educadoras de guarderías) deben dar elementos para que sepan discernir con qué herramientas cuentan para hacer qué y cuándo.
Foto: Pol Rius

Entre los adheridos no veo ni en el Departamento de Educación ni en el de Salud catalanes.
Las personas que hemos impulsado el manifiesto lo hemos hecho correr y algunas instituciones han dicho «firmo o no firmo». Por el momento, sólo hemos hecho la difusión en el ámbito de Cataluña, y a partir del día 16 esperamos tener más adhesiones. Lo que esperamos es que esto vaya creciendo, y que permita que hablemos y reflexionemos sobre ello. Y fíjate que el manifiesto no dice “no a las pantallas”. La OMS dice que antes de los dos años no debería haber ni una, aunque cada vez está más claro que debería ser hasta los tres años, y nosotros decimos que hasta los seis pensamos el porqué. Por tanto, ¿en las aulas no debe haber ni una sola pantalla? Pues no lo sé, pero lo que debemos pensar es que, habiendo sobreexceso en todos los ámbitos de la vida de estos niños, quizás debemos pensar con qué criterio utilizamos pantallas.
O sea, que la voluntad es que aquí se sumen mucho más actores.
Mi ilusión sería que ocurriera lo que ha pasado en Mallorca. Cuando yo empecé con esto, en 2017, el Ayuntamiento de Manacor ya había puesto en marcha una campaña con implicación de pediatría, guarderías y otros profesionales, y ahora, desde hace un par de meses, la Consejería de Educación de las Islas hace formación a todas las educadoras 0-3 y realiza talleres y envía materiales a todos los padres de las escuelas infantiles de las Islas desaconsejando el uso de pantallas. Esto es fantástico y es una tarea de prevención en el ámbito de toda la comunidad autónoma.
¿A partir de los seis años los peligros bajan?
Con los investigadores estamos de acuerdo en que, más que preguntarnos por edades o por tiempo que se puede estar delante de la pantalla, cabe preguntarse por la cantidad y calidad del tiempo que los niños hacen cosas sin pantallas. Es decir, si pones unos dibujitos un ratito cada día quizá no ocurra nada. ¿Cuándo ocurre algo? Cuando estos dibujos los pones para que el niño coma, porque le secuestran de su sensación de estar comiendo. El niño debe ver que los dibujos sólo son una parte del tiempo de ocio. Por tanto, lo importante es que el ocio digital nunca se solape con actividades de vida cotidiana y que la vida de esta criatura sea rica: que se pueda mover, que tenga contacto con la naturaleza, que hable con el padre y la madre, y con otros niños y niñas… Y esto, para todos los niños, al margen de la condición social. Es más, si el niño vive en un piso muy pequeño con habitaciones compartidas debemos asegurarnos de que tiene todos los parques y espacios lúdicos que necesita para desarrollarse.
Más que preguntarnos por edades o por tiempo que se puede estar delante de la pantalla, cabe preguntarse por la cantidad y calidad del tiempo que los niños hacen cosas sin pantallas
¿En su campaña de 0-3, o en esta de 0-6, incluimos la tele como pantalla?
Sí, claro. Aunque también hay investigaciones que dicen que la tele, por ser la pantalla menos interactiva, es también la que conlleva menos riesgo de adicción. Son más adictivas las interactivas, como el móvil o la tableta.
¿Hasta qué punto debe responsabilizarse a la industria de esta deriva?
Más que para la industria, tenemos propuestas por las instituciones reguladoras. A partir de las evidencias científicas sobre la velocidad de cambio de plano en las imágenes, que es una de las cosas que más excita cerebralmente, en especial a los niños, pedimos un nuevo código PEGI que clasifique los dibujos o productos de consumo infantil según la velocidad de cambio de las imágenes. Según van más rápidas debería ser un contenido recomendable sólo a partir de una determinada edad. No existe ningún código PEGI que tenta esto en cuenta. Y también pedimos que se avise, como con el tabaco, de que a una determinada edad es preferible estar haciendo cualquier cosa antes que estar sentado viendo a Disney Channel.
Foto: Pol Rius

¿Qué responsabilidad tenemos las familias? Al fin y al cabo, si nos pasamos el día mirando el móvil, ¿cómo no deben querer hacer lo mismo los niños?
No nos hemos dirigido a las familias, porque hacen lo que saben y pueden, y lo que debemos hacer es darles más información y soportes. Una de nuestras recomendaciones es que todos juntos como sociedad deberíamos ayudarles a tomar conciencia de algo muy grave que está teniendo efectos en la salud y el desarrollo de los niños. Los niños necesitan ser mirados, hablados y tenidos en cuenta. Estamos viendo que el abuso de pantallas de padres y madres hace que dejen de interaccionar con sus criaturas, y esto es un problema que desemboca en trastornos de salud mental. Para aprender, nuestro cerebro necesita que nos miren, y por eso cuando un niño quiere que le escuchen te dice “¡mira!”. Y, por eso, uno de los llamamientos que hacemos es que la publicidad y las series dejen de normalizar que las criaturas pequeñas utilicen pantallas. Fíjate en la gran cantidad de anuncios en los que aparece una familia feliz representada por un papá, una mamá y unas criaturas pequeñas con tabletas.
Pero a las familias que caen en el recurso del móvil-canguro nadie les obliga a hacerlo. Y ya se ve que muy bueno no puede ser.
Pero si les das información sobre lo que está pasando en el cerebro de su niño cuando juega un rato demasiado largo con este móvil (que en niños tan pequeños sería más allá de 5 minutos), si les das información se lo piensan un poco más. Y, quizás, entonces, le dan algunos juguetes a la criatura y la dejan moverse en un espacio de casa que esté bien preparado. Debemos poner la información al alcance de las familias. Por ejemplo, creemos que las comadronas son una figura clave, porque informan de muchas cosas y tienen una influencia muy grande sobre los padres que acaban de tener un hijo.
Y los pediatras, durante los primeros años, también les visitas muy a menudo.
También. Las pediatras del grupo están asustadas de cómo este uso tan fácil está afectando al lenguaje, la motricidad, porque son niños que hablan y manipulan mucho menos, o cómo les está afectando a nivel mental y emocional. Es que es muy fácil… cuando el niño está enrabietado, móvil; cuando el niño no come, móvil; para ponerles una vacuna, móvil; mientras vas en coche, mesita para que no se aburran… y así no salen de tener que superar sus pequeños traumas, las pequeñas dificultades, y esto es educación emocional. De manera que hay muy baja tolerancia a la frustración y son niños muy inquietos, deben pasar constantemente de una actividad a otra.
Las educadoras de escuelas infantiles quizás no tienen tanta ascendencia sobre las familias.
Por el contrario, tienen la ascendencia de alguien que conoce muy bien a tu hijo porque pasa muchas horas juntos. Aparte, la proximidad que tienen las educadoras con las familias no la encuentras con ninguna otra etapa educativa, y, por tanto, confiamos mucho también. Y después también las invitamos a la reflexión, porque está pasando que algunos municipios instalan pizarras digitales interactivas en el aula de dos años de las escuelas infantiles municipales. ¿Realmente es necesario? Quizás es que hemos confundido la innovación pedagógica con innovación digital.
¿Cómo se sabe que una criatura está muy pegada a la pantalla?
En el caso más extremo, porque cada vez que debe dejar la pantalla que sea coge un berrinche, hasta el punto de llegar a agredir al padre o a la madre.
¿Y esto es reversible?
Todo tiene vuelta atrás y más a los seis, siete u ocho años. ¿Qué debemos hacer? Debemos reforzar la corona parental, es decir, debemos dar información y elementos de refuerzo a padre y madre, porque el “no en la pantalla” debe estar acompañado de un surtido de alternativas enorme y al alcance de estos padres, y debe haber un acompañamiento muy grande a esta familia. Pero si esta familia, con este acompañamiento, se pone, nos cuentan algunos expertos que en 3-4 meses existe un cambio drástico en la vida de los niños y niñas.
Todo tiene marcha atrás, la clave es que la familia esté acompañada y que el «no en la pantalla» vaya seguido de un surtido de alternativas enorme
¿Qué tipo de profesional debe realizar este acompañamiento?
Un psicólogo infantil, el pediatra, las mismas educadoras de la escuela infantil, o educadores sociales… Profesionales que se hayan formado y sepan detectar dónde están las señales de alarma. Y también se puede intentar en grupo, porque todos los retos soportados en equipo tienen más posibilidades de tener éxito, y así los padres y madres pueden ir compartiendo qué alternativas están haciendo, o qué están consiguiendo. Es como tratar de adelgazar o dejar de fumar, son decisiones que si se hacen en grupo se soportan mucho mejor.