En el panorama educativo actual, se reconoce el impacto profundo que tienen las emociones en el proceso de aprendizaje y el bienestar general de todas y todos los actores involucrados. Sin embargo, muchos docentes carecen de la capacitación y el apoyo necesario para manejar efectivamente sus propias emociones, convirtiéndose en un obstáculo para poder guiar al alumnado a hacer lo propio con éxito. Por ello, en la Universidad del Noreste en Tampico, Tamaulipas en México, se propuso una iniciativa que apuesta a contribuir al salario emocional del docente a través de la creación de un espacio dedicado al diálogo colectivo, al intercambio y a la reflexión con el fin de brindar un momento cálido y acogedor para compartir experiencias, resolver dudas y obtener apoyo en diferentes aspectos de la labor docente. En este artículo compartimos nuestra experiencia.
“Me encanta ir al Café con la Coach, procuro despejar agenda para poder asisitr, ya que lo que se habla ahí es muy valioso como para perdérselo”.
Lamentablemente, las y los profesores universitarios, principalmente los de la generación X y generación Millennial, no recibieron una formación inicial o continua sobre educación emocional. Durante su preparación, las temáticas se centraban en el desarrollo de habilidades para la convivencia pacífica, el manejo y la resolución de conflictos, y la resiliencia. Sin embargo, estos temas estaban más orientados hacia la interacción con el estudiantado. De manera superficial, se abordaban conceptos de inteligencia emocional para los cuales se invitaba al docente a revisarlos por sí mismos. De acuerdo con Bisquerra (2017) los docentes son los primeros que necesitan formarse en educación emocional para poder contribuir al desarrollo de competencias emocionales en el alumnado. Esta brecha resalta la necesidad de las instituciones educativas por adoptar un enfoque integral que aborde las necesidades emocionales de los estudiantes, pero también las de los docentes.