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Entre el cansancio y el desgaste: cuando enseñar agota más allá del aula

La enseñanza no solo implica transmitir conocimientos, sino también sostener vínculos, contener emociones ajenas y regular las propias. Este “trabajo emocional” constante genera un tipo de fatiga acumulativa que, con el tiempo, puede derivar en agotamiento crónico.



A menudo se piensa que el cansancio de los maestros y maestras es simplemente una consecuencia de las largas jornadas, clases numerosas o falta de sueño, pero, en realidad, se trata de un fenómeno mucho más complejo, con raíces profundas en el sistema educativo, las exigencias sociales y las dinámicas emocionales del trabajo. Como plantea un artículo de
Psychology Today , no se trata solo de agotamiento físico, sino de un desgaste que compromete la motivación, el sentido de propósito y hasta la salud mental del profesorado.
A diferencia de otras profesiones, la enseñanza no solo implica transmitir conocimientos, sino también sostener vínculos, contener emociones ajenas y regular las propias. Este “trabajo emocional” constante genera un tipo de fatiga acumulativa que, con el tiempo, puede derivar en agotamiento crónico o burnout. Ellos deben regular sus emociones para poder sostener las de otros, algo que es sumamente demandante.

Además, se tiene que sumar una creciente sobrecarga burocrática y administrativa que desvía tiempo y energía de lo pedagógico. Las horas frente al aula se multiplican por aquellas dedicadas a informes, reuniones, seguimiento de plataformas y comunicación con familias. Todo ello en contextos muchas veces atravesados por la desigualdad social, la violencia y la precarización laboral.
Cuando la vocación no alcanza
La sociedad muchas veces romantiza la vocación docente como una fuente inagotable de motivación, sugiriendo que “quien ama enseñar, siempre encontrará fuerzas”. Sin embargo, esta narrativa puede ser peligrosa, ya que esta idealización niega las condiciones reales del trabajo y culpa implícitamente al docente cuando no logra sostener el ritmo o el entusiasmo.

La consecuencia es un tipo de autoexigencia que lleva a muchos educadores a ignorar sus propios límites, a sentirse culpables por descansar, o a normalizar niveles de estrés y desgaste que serán inaceptables en otras profesiones. Es un círculo vicioso: cuanto más comprometido está el docente, más vulnerable se vuelve al agotamiento.
Y esto no solo afecta a quien lo padece: repercute directamente en la calidad de la enseñanza. Una maestra o maestro agotado tiene menor capacidad para planificar, innovar o responder empáticamente a su alumno. Sobre esto, el artículo de Psychology Today menciona que el agotamiento puede provocar que los educadores comiencen a “desligarse emocionalmente” de sus estudiantes, como mecanismo de defensa ante la sobrecarga.

Además, se observan síntomas físicos como dolores musculares, insomnio, fatiga constante, entre otros. Y emocionales como irritabilidad, ansiedad o desmotivación. En muchos casos, estos son ignorados o minimizados, tanto por las instituciones como por los mismos educadores, por miedo al estigma o por no tener acceso a apoyos adecuados.
Datos regionales: el burnout docente en América Latina
Aunque el desgaste de los maestros y maestras es una realidad global, en América Latina toma formas particulares. Un estudio realizado en 2024 por investigadores de la Universidad Continental –que encuestó a más de 2000 docentes de Argentina, Chile, Ecuador y Perú– encontró que más del 30 % reportó niveles críticos de agotamiento. El artículo también menciona que la culpa profesional juega un papel central, ya que muchos se sienten responsables del rendimiento de sus estudiantes aún en condiciones adversas. Sobre esto, se observa que muchos educadores sienten que deben responsabilizarse, incluso en condiciones adversas.
En el caso de Perú, una investigación evidenció que el 82 % de los maestros y las maestras de educación básica presentaban niveles medios de burnout, con un 59.8 % reportando altos niveles de agotamiento emocional. A pesar de esto, un alto porcentaje también reportó una fuerte sensación de realización personal, lo que sugiere un profundo compromiso con su labor educativa.

Por su parte, una comparativa regional publicada en Amazonia Investiga reveló que en países como México y Colombia, los niveles de burnout entre docentes investigación universitarios están por encima del promedio latinoamericano, mientras que en Ecuador y Perú se ubican por debajo. El estudio encuestó a 240 profesores universitarios de seis países de América Latina (Argentina, Colombia, Chile, Ecuador, México y Perú) durante el primer semestre de 2024, donde se midieron las tres dimensiones clásicas del burnout: agotamiento emocional, despersonalización y baja realización personal.
La investigación demuestra que, aunque los educadores en la región enfrentan entornos laborales similares, existen diferencias significativas en el burnout según el país, lo que sugiere que las condiciones institucionales, políticas públicas y recursos disponibles influyen en el bienestar profesional. Esto confirma que las condiciones institucionales y culturales impactan el desgaste laboral del profesorado.

Por otro lado, una revisión sistemática de estudios entre 2008 y 2018, encontró síntomas recurrentes en la región como el cansancio emocional, la despersonalización y la baja realización profesional. Esta revisión menciona que el burnout docente latinoamericano está estrechamente vinculado a factores como la presión laboral excesiva, las deficientes condiciones físicas de las escuelas, y el acceso limitado al desarrollo profesional y recursos psicológicos. 
En el estudio, se aborda el síndrome del burnout como un conjunto de tres dimensiones: cansancio emocional (agotamiento), despersonalización (actitudes de cinismo o indiferencia emocional) y baja realización personal (sensación de falta de eficacia o logro profesional). Se menciona que lo que desencadena este síndrome es el exceso de presión laboral y sobrecarga de tareas, malas condiciones físicas del entorno educativo, y falta de oportunidades de desarrollo profesional y apoyo institucional.

Esta revisión muestra que el burnout docente en América Latina es un fenómeno real y persistente, con alta presencia de fatiga emocional y significativa percepción de eficiencia profesional. Sin embargo, su prevalencia y manifestaciones varían según factores institucionales, sociales y personales. El estudio urge por más investigación inclusiva para poder comprender y atender mejor la salud laboral de quienes educan.
En conjunto, estas investigaciones refuerzan la urgencia de mirar el bienestar docente no como una cuestión individual, sino como un reflejo de las condiciones estructurales de los sistemas educativos latinoamericanos.

Cuidar al que enseña
Para comenzar a contrarrestar el burnout, es esencial que tanto las instituciones como la sociedad en general replanteen la relación entre docencia y sacrificio. Estas son algunas estrategias que pueden marcar una diferencia real según la UNESCO:
Promover espacios institucionales de cuidado: Crear programas permanentes de apoyo emocional y psicológico para el profesorado, no solo en crisis, sino como parte de la cultura escolar.
Redefinir el éxito docente: Alejar de métricas centradas únicamente en resultados académicos y acercarse a reconocer el valor del vínculo, el esfuerzo sostenido y la adaptabilidad.
Normalizar el descanso: Hablar abiertamente sobre la importancia de descansar sin culpa. Fomentar una cultura que valore el autocuidado como parte de la ética profesional.
Distribuir de forma justa la carga administrativa: Reducir tareas burocráticas innecesarias que no tienen impacto pedagógico y delegarlas cuando sea posible.
Fomentar redes de acompañamiento entre docentes: Espacios colaborativos donde puedan compartir experiencias, expresar emociones y apoyarse mutuamente.
Formación en manejo del estrés y regulación emocional: Ofrecer talleres prácticos y recursos accesibles para que el profesorado desarrolle estrategias de afrontamiento efectivo.
Como bien se menciona en el artículo de Psychology Today, “no alcanza con decirle al docente que se cuide”, si no se modifican las condiciones que generan el malestar. Cuidar a quienes educan es una responsabilidad colectiva y política, no una tarea individual. En lugar de responsabilizar únicamente a los educadores por su bienestar, es urgente repensar las condiciones estructurales del sistema educativo. Eso implica revisar las jornadas laborales, distribuir las tareas administrativas, ofrecer espacios de acompañamiento emocional y fortalecer las redes de apoyo entre colegas.





Autor:Observatorio de Innovación Educativa Fuente:https://observatorio.tec.mx/cansancio-docente-cuando-el-burnout-va-mas-alla-del-aula/